La alegría y el orgullo que se huelen en el aire de la planta de Textiles Pigüé tras la reciente llegada de una nueva caldera son lógicas. Estamos hablando del “corazón” de la fábrica.
Si la sección Caldera no bombea, las máquinas con las que trabajadoras y trabajadores producen no pueden funcionar. Ahora, con la flamante Gonella incorporada, en Textiles Pigüé hay cuore en condiciones de irrigar largo y tendido.
Hablando de corazones, el que se pone sobre la mesa para esta nota es el de Néstor Jaime, el Chino, uno de aquellos que supieron surfear arritmias, taquicardias y otros desórdenes propios del momento aquél de hace dos décadas, cuando en la planta de
la entonces Gatic ya no latía nada.
El Chino estuvo entre aquellos y aquellas obreros y obreras -no más de medio centenar- que no se resignaron a la muerte de esa fábrica tan vinculada a sus vidas y se hicieron cargo de las primeras maniobras de reanimación, entre las que fueron prioritarias las destinadas a reactivar, justamente, la sección caldera-corazón, por entonces dotada con dos máquinas, las mismas que ahora le hicieron lugar a la nuevita.
“Estaban totalmente desarmadas y ninguno de nosotros sabía cómo hacer para rearmarlas”, rememora el Chino ahora, con esta tranquilidad tan distinta a la ansiedad de esos meses de 2003 y 2004 de ocupación y resistencia, de anhelos de vuelta a la producción manifestados en búsquedas constantes y hallazgos casi fortuitos, como el que pasa a relatar: “Un día entre los papeles que había en el tacho de basura de la oficina de Ingeniería encontramos el número de teléfono de Nuncio Piccione, que era el que trabajaba para Gatic en todo el mantenimiento de las calderas”, relata. Y arranca así una sucesión de menciones de nombre y apellidos grabados en su memoria como parte de esta historia de resurrecciones, que siempre vale volver a evocar para comprender cabalmente el presente que la honra y dimensionar el potencial del futuro que proyecta.
Entre las menciones expresadas desde el agradecimiento, se suman la de otros proveedores y clientes de Gatic que hicieron el aguante a los laburantes agrupados en la naciente cooperativa Textiles Pigüé, que acudieron inicialmente a ellos en busca de crédito y apoyo sin más respaldo patrimonial para ofrecer que “nuestras caras”, sintetiza el Chino, en referencia a personas y/o empresas que confiaron en tales garantías para fiar repuestos y herramientas como Casa Cragno, Felice y Magno, Casa Mochi, la Cooperativa Alianza.
En cuanto a la reactivación de las dos calderas paralizadas y deterioradas en el marco de la debacle de Gatic, una vez que se las reparó se avanzó hacia el objetivo de “arreglar las cañerías que perdían por todos lados” y lograr la reconexión del servicio de gas..
En aproximadamente dos meses y medio comenzaron a concretarse ambos propósitos, y ya con la indispensable savia impulsada desde la sección calderas, “un viernes, no me acuerdo ahora en qué mes”, fue tiempo de la reanudación de la producción con una primera carga para procesar tela a pedido de un cliente, encargo que lógicamente no fue fácil de cumplir. Los diez meses de paralización que llevaba se hicieron sentir en la HT 900 que se volvió a poner en marcha para atender el pedido. De hecho, el ruido que empezó a hacer la máquina al recibir vapor asustó a un par de concejales que se contaban entre el puñado de invitados al acontecimiento. Pero el color francia que había que lograr se empezó a buscar sin contar con los productos químicos más adecuados y en el primer intento, que arrancó “tipo cinco o seis de la mañana, no nos fue bien, salió cualquiera, (el color de la tela) no llegaba al tono”, rememora también Néstor, que integró el puñado de trabajadores que insistieron tozudamente hasta pasada la medianoche sin resultados positivos, que finalmente llegaron -tras unas pocas horas de descanso y el reinicio de la labor otra vez bien temprano-, cerca de las dos de la tarde del día siguiente.
Los recuerdos respecto de la reactivación de calderas y producción se le mezclan con los de la ocupación y resistencia de esos mismos meses de 2003 y 2004, movidos por cierto. Reparar máquinas, reanudar contactos con proveedores y clientes, reiniciar la marcha de las distintas secciones, eran tareas y tribulaciones paralelas a las de sufrir un desalojo policial, participar de movilizaciones y asambleas casi cotidianas convocadas por la naciente cooperativa, sumarse a reuniones y gestiones con autoridades políticas y referentes de las entidades comunitarias de todo tipo de Pigüé, turnarse para permanecer en la fábrica las 24 horas de cada día, organizarse para garantizar estar permanentemente atentos a los movimientos de los dos grupos de vigilancia con los que convivieron un tiempo en ese predio todavía en disputa: uno de guardias privados y otro de efectivos de fuerza de seguridad oficiales.
En ese marco, activo en todos esos frentes a la vez, el Chino profundizó las ganas de aprender y progresar, que fue adquiriendo casi desde que entró por primera vez a la planta, “el 10 de octubre de 1989”, tiene grabado. En ese tren, desde 2007 su lugar es la sección Calderas, donde como en el resto de la fábrica, el panorama actual es bien distinto al de los comienzos.
Con la Gonella incorporada, el potencial de producción mensual de la planta asciende a las 500 toneladas por mes, que es casi el doble de lo máximo que llegó a producir cuando estaba bajo administración privada y también de lo que produce ahora; y que marcaría el techo de su capacidad de no mediar las inversiones que la cooperativa viene realizando en estos últimos años, que la dotaron de lo necesario para proyectar desarrollo a treinta años, que la pusieron en condiciones de proveer energía y estructura básica a nuevas empresas que las quieran aprovechar. Es decir, seguir con “la idea de siempre: desde el principio privilegiamos producir bien. Hasta cuando cobrábamos casi nada, invertíamos igual en buenos aceites, porque no podés tener máquinas de un millón de dólares y meterle un aceite de mala calidad”, razona el Chino poniendo un ejemplo.
Y razona siempre a corazón abierto, evidentemente feliz ante nuevos desafíos como este de estar en condiciones de generar más crecimiento, más puestos de laburo, más calidad de vida. Estos nuevos desafíos que dan cuenta de la coherencia de aquellos “30 locos” que arrancaron hace dos décadas. Estos nuevos desafíos que hoy comparten los 180 asociados y asociadas de la cooperativa y el pueblo de Pigüé. “Lo único que queríamos era poder trabajar; hoy lo estamos demostrando”, reafirma, orgulloso además de feliz. Y entusiasmado porque, aunque lo ya hecho no es poco, lo mejor todavía está por venir.
Qué linda historia. ♡
¡Muchas felicidades Textiles Pigüé!